El "ojo de la aguja" (
Mt. 19:24;
23:24) hace referencia a un pequeña puerta, la cual se abría exclusivamente de noche -y en el caso particular del pueblo judío los días sábado-, cuando se había cerrado el gran portón de la ciudad. Una vez cerrada la gran puerta, por aquella otra apenas podía pasar un camello sin carga, lo cual forzaba a muchos de los comerciantes de la época a pernoctar en las afueras de la ciudad, para evitar descargar sus productos o enseres. Esta ilustración con la cual estaban muy familiarizados los judíos y habitantes de aquella época, la usó Jesucristo para mostrar la dificultad (no la imposibilidad) que los ricos o personas de cierto poder económico llegaran a ser parte del reino del Señor. No obstante, en la misma palabra vemos varios algunos ejemplos de personas ricas que llegaron a ser parte de la iglesia de Cristo; cf. El eunuco etíope en
Hch. 8; Cornelio el centurión en
Hch. 10 quien seguramente como todo centurión de la época, contaría con una buena fortuna; Manaén, uno de los creyentes de la iglesia de Antioquía (
Hch. 13.1), Lidia quien para la época se desempeñaba como vendedora de púrpura, uno de los mejores negocios de aquellos tiempos (
Hch. 16:14-15), etc.
Otros comentaristas han propuesto la idea que el "ojo de la aguja" se tratara más bien del bisturí del cirujano, que para aquella época era muy conocido.
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