La palabra
AMEN es hebrea, y pasó sin modificación al griego y al latín. Amén significa «así sea» (
Jer 11.5) o «efectivamente» (
Jer 28.6). En el Antiguo Testamento se emplea como fórmula responsoria, afirmando la validez de un juramento o maldición cuyas consecuencias se aceptan (
Nm 5.22;
Dt 27.15); como aceptación de un anuncio o profecía favorable (
1 R 1.36); y al término de una doxología o bendición, como respuesta congregacional a las alabanzas rendidas a Dios (
1 Cr 16.36;
Sal 41.13).
En el Nuevo Testamento los evangelistas atribuyen a Jesús la expresión «amén os digo». La repetición del «amén» refuerza la afirmación expresada (
Jn 1.51) y se aproxima a un juramento. El uso que Jesús hace del «amén» se desconoce en la literatura rabínica y parece implicar su autoridad mesiánica. Recalca la veracidad de sus palabras. En Él se cumplen las promesas de Dios (
2 Co 1.20) y se le llama «el Amén» (
Ap 3.14).
Fuente: Nuevo Diccionario Ilustrado De La Biblia.
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